Los mapas mentales en que se basan nuestros procesos
cognitivos se alimentan de lo que percibimos del mundo y de los procesos
racionales que hacemos con esa información. Con esto, la labor de un docente es
proporcionar información y experiencias que le permitan al alumno obtener estos
nuevos datos percibidos y saber trabajar con ellos en su mente. Nuestro cuerpo
está preparado para recoger esa información con mecanismos muy complejos, que “mágicamente”
transforman rayos lumínicos, ondas sonoras, sustancias químicas o fuerzas de
presión ejercidas sobre la piel, en impulsos electromagnéticos que el cerebro finalmente
convierte en información coherente.
Evidentemente, no es necesario conocer en
detalle estos procesos a nivel psíquico o fisiológico, pero ciertos datos
claves sobre la percepción nos podrían ayudar a entender cómo ocupar mejor los
recursos visuales en el aula.